Otra vez yo, yo y mis pensamientos fugaces que
sintonizan en mi cabeza. Algunas veces no se callan, más bien me gritan
queriendo decirme que actúe y logre hacer lo que el miedo o el qué pensarán me
frena. Están atrapados, los ignoro y se enfadan, se ocultan, y salen el día
menos inesperado haciendo que todo lo que tenía premeditado se esfume como una
gota de agua en un incendio. Y cuando aparecen, no existe remedio para
evitarlos. Mis pensamientos nunca callan hasta ser escuchados. Se retuercen,
molestan y pican tanto que al final caigo en su juego. Siempre me ganan, me
vencen y aparecen ahí, en letras mayúsculas y en cualquier momento sin previo
aviso. Siempre sé que al final esto pasará aunque en la mayoría de las
ocasiones intento alargarlo lo máximo posible. En realidad siempre me pregunto
por qué lo hago si al final acabo escuchándolos ya sea a la fuerza, o no. Creo
que la única razón razonable de tanta opresión es el temor de conocer la verdad
y realidad de lo que mi subconsciente me ofrece.
Una
vez abiertos mis canales comunicativos, todas las frases dichas, miradas,
decisiones, imágenes, recuerdos, problemas y soluciones pasan por mi cabeza
como si se tratasen de coches en un circuito de Fórmula 1. Tanta información se
colapsa hasta que poco a poco dejo que todo fluya, entonces comienzo a
comprender las cosas. Encuentro el problema de tanto conflicto entre mis
pensamientos contradictorios y todo se vuelve tan sencillo y luminoso que acaba
reduciéndose a una palabra: cambios.
Esta
palabra siempre va unida a un “renovarse o morir” o a cualquier otra frase
positiva como “solo se vive una vez”. Entonces comienzo a pensar en qué pasaría
si me olvidara de todas esas personas que ya no me importan nada, que alguna
vez fueron amigas, amigos, o algo más. Creo que ese “miedo” de no querer
escuchar en un principio viene de esto, de los cambios que me harán pasar de
personas que fueron importantes para mí, aunque ahora se me haga difícil
recordar por qué lo fueron. Pienso que a lo largo de la vida pasan muchas
personas por uno mismo. Unas se quedan,
otras llegan y se van, otras llegan, te marcan y se van y otras
definitivamente se marchan. En ocasiones me encuentro con el valor suficiente
para hacerlo, es decir, llegar un día y decirle a determinada persona que no
siga hablando, que me da igual su vida, que deje de contármela porque no me
importa en absoluto, que me parece falsa, que me ha fallado demasiadas veces
como para seguir queriendo amistad, noches de fiesta, un hombro en el que
llorar o lo que sea. En ocasiones, me pasa.
Tras
darle vueltas a mi cabeza y alguna más de la cuenta, siempre vuelvo al inicio,
al autocontrol. Me doy cuenta de que estos pensamientos chillones
anteriores siempre casi
siempre llevan toda la razón, no sé por que me contengo a escucharlos si solo
dicen gran cantidad de verdades que pienso. Tantas cosas evidentes que nadie
se atreve a decir. Solo me queda decir que yo, soy una pobre ilusa al
pensar que algún día todas estas verdades no explotarán en voz alta.