Permanecer en el aire flotando y fluir entre aromas que te
recuerdan personas, lugares, épocas. Envolverme en el invierno de una bufanda, colgarme del viento para llegar a tu nariz.
Y encontrarme entre los aromas del mes más frío del año para poder respirarme.
Todo fluye y se conecta, los caminos quieren llegar a mis pisadas, tus brazos a
mis abrazos, mi sonrisa a tu mirada,
mis oídos a tus palabras. Solo tienes que encontrar el punto exacto donde mi
piernas tiemblen y entonces caiga en un abismo de decisión. Y transpórtame a
ese lugar donde te llevas mis penas de marzo y encuentras las alegrías del mes de
las ciudades iluminadas. Dicen que allí, donde se encuentra mi verdad, puedes
descubrir más de lo que las palabras dicen, más de aquello que no puedes contar
pero acabas conociendo en noches donde las botellas vacías están presentes y el
fuego está en tu boca.
Es tan simplemente complicado que lo lograrás si sabes
romper las reglas de de mis ideales.
Convénceme de que el horizonte está cerca, que el futuro es una falsa dimensión
y que tu alegría es también la mía. Descúbreme en la locura de los
presentes y guárdame en la memoria del
corazón. Pintémonos con recuerdos que no traigan la nostalgia de la mano si
no una sonrisa por todo lo que viviremos. No
me permitas pensar que mataría por diez minutos más, ni evites que
encuentre respuestas de tus guiños y sonrojos. Que sea una historia sin brújula
ni rumbo fijo, una aventura de peleas
dulces y sábanas arrugadas. No lo intentes, consíguelo en los rincones de
lo inesperado, en imprevistos de miradas que encajan perfectamente en nuestros
vértices.
No me busques, pero acábame encontrando. Conviérteme en el
deseo de una noche de estrellas fugaces donde tus ojos son el cielo y los míos
el campo. Conviértete en la estación donde no existe el tiempo y quiera
quedarme a vivir. No me hagas preguntarme si eres mi cálido destino, simplemente haz que lo sepa y
sobre todo, permíteme conocer el sabor de la victoria de tu cuerpo, la deliciosa certeza de mi dirección.