Cuando un día sin pensar, sin saber
cómo, ni cuándo, ni por qué te das cuenta de todo. Salen a la luz esos
sentimientos e ilusiones que estaban tan ocultos debajo de mi piel bajo capas
de inseguridad e incertidumbre. Sin saber qué está pasando, sigue ahí todo ese
deseo de luchar por algo tan importante que creía tener olvidado, guardado o
incluso roto definitivamente. Pero de repente sin quererlo todo
fue un conjunto de circunstancias. Una conversación clave, un lugar, un día
agotador y un simple “y si…” apareció de manera sencilla en mi cabeza. Como si de
una flecha enorme se tratase, todo apuntaba en una misma dirección a un mismo
objetivo.
Parece tan absurdo que al
principio lo consideras una pérdida de tiempo, algo que ni siquiera hace unos
meses le dedicaba un segundo a imaginar. Vivía mi vida rápido para no pensar,
evitando todo aquello que me recordaba a mi meta. Pero cuando apareció ante mí
la respuesta a mis preocupaciones fue inevitable no acogerme a ella como mi
última opción factible, por mucho que en otra época prometiera no volver a
hacerlo.
Entonces comencé a asimilar todas estas
señales que me hicieron cambiar de mentalidad y descubrir que todavía en el fondo
tenía esa espina clavada, por lo que decidí que tenía que sacarla o al menos evitar
que sangrara más. Y eso, se como
hacerlo. Ese “algo” dentro de mi me decía
y me sigue diciendo ahora, que, al menos por una vez más y para dejar mi
conciencia tranquila, seguiré intentándolo y luchando por conseguir aquello que
tanto me ha gustado y me sigue gustando. Quizá sea una pérdida de tiempo y no
sirva para nada, un esfuerzo desaprovechado y malgastado, pero tampoco puedo cerrarme puertas sin ni siquiera haberlo
vuelto a intentar. La esperanza es lo último que se pierde y prefiero pensar que todo esto es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario