jueves, 20 de marzo de 2014

¿Antojo o promesa? Yo lo llamo ambición.

Cuando un día sin pensar, sin saber cómo, ni cuándo, ni por qué te das cuenta de todo. Salen a la luz esos sentimientos e ilusiones que estaban tan ocultos debajo de mi piel bajo capas de inseguridad e incertidumbre. Sin saber qué está pasando, sigue ahí todo ese deseo de luchar por algo tan importante que creía tener olvidado, guardado o incluso roto definitivamente. Pero de repente sin quererlo todo fue un conjunto de circunstancias. Una conversación clave, un lugar, un día agotador y un simple “y si…” apareció de manera sencilla en mi cabeza. Como si de una flecha enorme se tratase, todo apuntaba en una misma dirección a un mismo objetivo.

Parece tan absurdo que al principio lo consideras una pérdida de tiempo, algo que ni siquiera hace unos meses le dedicaba un segundo a imaginar. Vivía mi vida rápido para no pensar, evitando todo aquello que me recordaba a mi meta. Pero cuando apareció ante mí la respuesta a mis preocupaciones fue inevitable no acogerme a ella como mi última opción factible, por mucho que en otra época prometiera no volver a hacerlo.

Entonces comencé a asimilar todas estas señales que me hicieron cambiar de mentalidad y descubrir que todavía en el fondo tenía esa espina clavada, por lo que decidí que tenía que sacarla o al menos evitar que sangrara más. Y  eso, se como hacerlo.  Ese “algo” dentro de mi me decía y me sigue diciendo ahora, que, al menos por una vez más y para dejar mi conciencia tranquila, seguiré intentándolo y luchando por conseguir aquello que tanto me ha gustado y me sigue gustando. Quizá sea una pérdida de tiempo y no sirva para nada, un esfuerzo desaprovechado y malgastado, pero tampoco puedo cerrarme puertas sin ni siquiera haberlo vuelto a intentar. La esperanza es lo último que se pierde y  prefiero pensar que todo esto es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario